
Este pretende ser un homenaje a un pequeñin que llegó a nuestras vidas un frío día de noviembre, hace nueve años. La llenó tanto que llegó a hacerse el rey de la casa, y ahora que se ha ido nos deja un vacío que no sabemos como lo vamos a llenar.
El, creedme, nos lo enseñó todo sobre cariño, comprensión, paciencia, lealtad, y una larga lista de virtudes que lo hicieron irrepetible e insustituible en nuestras vidas.
También nos hizo ver lo injusta que puede ser la vida de un perro en España, en el mundo de los hombres. Cuantas veces nos miró a través del escaparate de una tienda, o la ventana de un restaurante, pegando su nariz al cristal, esperando pacientemente en la puerta, o miró desde lejos la playa donde tanto le gustaba jugar, porque allí no admitían perros, allí nuestros amigos los perros no eran bien recibidos, porque tristemente, aquí amigos, en casi ningún lugar admiten nuestros compañeros los perros.
Pero no pretendemos hacer un mensaje reivindicativo, queremos hacerle un pequeño homenaje a quien fue tan importante en nuestras vidas: Wolf.
Nació como el patito feo, aunque coincidiréis conmigo que nunca fue feo, nada mas lejos de la realidad, y ese fue su primer regalo. Aunque su verdadera belleza no se puede apreciar en las fotos.
Como he dicho, apareció en nuestras vidas un lluvioso día de noviembre cuando le encontramos abandonado al margen de una carretera con apenas un mes de vida.
Su vida, creo y espero que fue feliz, tuvo una familia que le quería, y todo lo que un perrito pueda necesitar; su comida, su cama (polaca), largos paseos, juegos y carreras por la playa, y lo que el mas apreciaba, nuestra compañía. Pero nada de lo que nosotros le pudimos dar supera lo que el nos dio; cariño, compañía, calor y una profunda mirada con sus ojos color miel que desarmaba a quien la recibía.
No se lo que daríamos por poder recibir de nuevo esa mirada.
Os continuaré contando.