lunes, 18 de enero de 2010

Asi era, su pequeña historia.




No podríamos haber soñado que un animal podría ocupar nuestras vidas como lo hizo Wolf.

Como cachorro fue un trasto, un juguetón que
devoraba su comida y....... evidentemente la descargaba por doquier. Hasta que un día decidió
que le gustaba mas hacerlo en un lugar con tierra y hierba, y ya no lo hizo mas en una casa carretera o acera, y así fue hasta el final.

Sin duda el que más se alegraba cuando llegábamos a casa, desde pequeñín salía a recibirnos con una oreja caída para festejar nuestra llegada, y ya de mayor se sentaba educadamente a esperar que aparcásemos el coche antes de saludarnos.

No importaba si lo habías dejado en casa solo todo el día para ir a trabajar, si había pasado calor o frío; el siempre se alegraba cando llegábamos a casa, y jamás tuvo un reproche por el abandono.

Asi fue pasando su vida entre juegos, paseos, sus vacacones en casa de sus primos.. y de paso
alegrando la nuestra. Fué aprendiendo a sentarse, tumbarse, a dar la patita, la otra , pedir, buscar (a mamá), cuando se le pedía traía el hueso rojo, la pelota que pita, la hamburguesa de goma y venía alegremente siempre que se le llamaba, y eso fue así hasta tal punto que en la mañana del fatídico día 15 de enero le llamé y tambaleándose apoyándose en la pared vino, no fué capaz mas que de subir un escalón el resto se los subi yo en brazos. Quince minutos después ya no estaba. Se estaba muriendo y fielmente acudió a la llamada. Quien podía saberlo, pero no puedo evitar reprochármelo y se me forma un nudo en la garganta cuando lo recuerdo.

Nunca consintió que nadie estuviese triste a su alrededor; bien dándole con la patita, poniendo el hocico sobre la pierna, o trayendo un juguete, conseguía levantar el ánimo de todos.

Con el nunca estábamos solos, su presencia se hacía tan grande que llenaba todos los momentos. Siempre buscaba nuestra compañía y poco a poco nos hizo modificar nuestras costumbres hasta el punto que ya solo íbamos a sitios donde el pudiese acompañarnos. Esto lo hacía siempre con una felicidad sin ningún disimulo. Cuando nos sentábamos en la terraza de un bar desaparecía debajo entre nuestros pies y así permanecía durante el tiempo que fuese necesario. De este modo
hizo muchos amigos entre los humanos.

Habría mucho mas que contar, pero lo que mas nos llenaba de felicidad era verle corriendo y jugando en su playa. Su imagen era la de la plena felicidad, corriendo detrás de la pelota, nadando detrás de ella, ladrando a las olas..... De vez en cuando se volvía hacia nosotros con la boca chorreando y la nariz nevada de arena, su satisfacción era plena, y la nuestra.

Pero llegaron los momentos tristes, una gota de sangre en la orina delató un mal que pudo con su fortaleza y nuestros esfuerzos. Todo se precipitó; antibióticos, el pipi que no sale, castración, operación de próstata, mas antibióticos, mas pastillas, mañanas, tardes y noches de paseos buscando ese pipi que no salía y otras muchas cosas muy dolorosas de recordar. Las últimas vacaciones velando su sueño y su vida.
Pero dos días antes del final de estas vacaciones no quiso preocuparnos mas, y una fatídica mañana se echó a dormir. No tuvimos fuerzas para llevarlo a que lo durmiese el veterinario y culminando una vida llena de generosidad hacia nosotros nos quiso ahorrar esa dura decisión.

Lo pasamos tan mal, que cuando se quedó dormido pensé que todo había terminado, lo que no sabía es que no hacía mas que empezar, porque aún es mas dura su ausencia que todo lo pasado.

Como dijo el poeta: me duele mas tu muerte que mi vida.

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