jueves, 21 de enero de 2010

Que era.


Alguien que te demuestra un cariño incondicional, que solo quiere tu compañía, que le brillan los ojos cuando te ve, que te necesita, que te defendería hasta el final, que te ofrece lealtad, calor y fidelidad a cambio de casi nada; ¿que diríais que es?

Se que hay muchas personas que se sienten profundamente molestos si se compara a un animal con una persona. En mi caso no hubiese cambiado la compañía de Wolf por la de la mayoría de las personas que conozco. también me consta que la mayoría de las personas que han compartido su vida con un animal de compañía si me entenderán.

El, como ya he dicho llegó a casa de puntillas, y se hizo tan grande su presencia, que llegó a ocuparlo todo. Era nuestra alegría, nuestro despertar, nuestra sobremesa, atardecer y sueño.

Las personas cuando somos niños somos como ellos, inocentes, juguetones, cariñosos, y dependientes. Pero crecemos, perdemos la inocencia y nos hacemos independientes, perdemos el placer de jugar y ponemos condiciones a nuestro cariño. Por eso si tuviese que comparar a mi compañero lo haría con un niño pequeño.

Y mi niño se fue, pero no quiero estar triste, porque el me dio motivos de sobra para estar contento. He tenido la suerte de compartir toda su vida, y por todo lo que el ofrecía, eso es mucho. También el tuvo una buena vida; unos papás que le querían, un hermano mayor que le hecha mucho de menos y con el que jugó mucho, dos coches hoy llenos de pelos donde se añora su presencia, un lugar con su cama que se llevó allí donde esté, y donde reunía todos sus tesoros ( unos juguetes mas o menos rotos, unos palitos que recogía por el campo, y una espada de madera medio comida), su playa.... y una aureola de cariño que le rodeó toda su vida.

Dicen que los perros acaban pareciéndose a sus dueños, en este caso, que no daría yo por tener las cualidades que adornaban a Wolf.

Por todo ello me considero afortunado de haberlo tenido como compañero todos estos años.

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